Diario de Noticias, 15-12-2002
"Ceder un trozo de tierra para poner una patata". Así resume Andresa el detonante de los trágicos acontecimientos que se sucedieron antes incluso de que estallara la guerra. Un pueblo donde apenas existía propiedad y la mayor parte de los terrenos eran comunales. Hoy algunos han escriturado esas tierras, otros comunales todavía existen, pero no ha cambiado la estructura del suelo según estos vecinos. Los más pudientes explotaban los comunales en proporción a sus medios, subrayan.
Fue a finales del siglo XIX y principios del XX, al amparo de unas Ordenanzas Municipales, cuando se roturan grandes extensiones de comunal por los particulares. En 1913 un 8% de los vecinos cultiva un 40% del patrimonio comunal. Esta situación de desigualdad, según recoge la publicación de Altaffaylla Navarra 1936, hace que una parte de las clases más necesitadas opten por la emigración a América, mientras que la otra empieza a plantear "la lucha por el reparto del comunal". En 1924 se consigue que el terreno comunal figure en la hoja del Catastro del Ayuntamiento y en 1925 comienza el deslinde que "constituye un auténtico fracaso debido al ocultamiento y obstruccionismo de los particulares, a la interesada pasividad del Ayuntamiento y a la falta de voluntad política de la Diputación. Con la proclamación de la República y la entrada al gobierno local de una candidatura de izquierdas, la Diputación ordena que se reanuden los trámites del deslinde lo que se lleva a cabo con "notables dificultades". En 1931, "ante la gran necesidad de los jornaleros que no son empleados por los ricos como represalia política, se rotura una parte del terreno comunal y se reparte entre los más pobres". Andresa recuerda que después del reparto de la fincas y del cultivo de éstas, en su mayoría cereal, se produjo antes de la siembra un acto de "provocación" (disparos con una escopeta) por parte de los "ricos" que acabó en un enfrentamiento y la "lamentable" muerte de uno de ellos (los poseedores). "Desde entonces hubieran matado al pueblo entero", recuerda. Los cinco responsables fueron detenidos y encarcelados pero tras la proclamación de la República consiguieron salir en libertad.
En 1933 finaliza el proceso de deslinde de once corralizas, las tierras son parceladas nuevamente y se reparten mediante sorteo entre los vecinos. Tras el acuerdo alcanzado entre el Gobierno Civil y el Ayuntamiento, antiguos y nuevos poseedores se reparten la cosecha de manera que el 40% recáe en los nuevos adjudicatarios y un 60% permanece en manos de los "antiguos poseedores". Sin embargo, este acuerdo no fue respetado por los antiguos dueños provocando nuevos disturbios.
La derecha acude con éxito a la vía judicial para recuperar sus posesiones y en octubre de 1934 se inicia una campaña represiva contra las organizaciones obreras que culminan con el cierre de la Casa del Pueblo y la disolución del Ayuntamiento. Caseda acogía por aquellos años a numerosos trabajadores forasteros llegados al pueblo para trabajar en las obras del Canal de las Bardenas, y se crea en el pueblo la CNT, en la que ingresan algunos vecinos, y que mantiene buenas relaciones con la UGT. En enero de 1936 retorna la izquierda al gobierno municipal y la UGT inicia nuevas gestiones para exigir la entrega de la tierra y el rescate de los comunales. En abril de 1936 se inicia una dura huelga de los trabajadores del Canal y el 1 de mayo se celebra una manifestación conjunta de UGT y CNT. Con el estallido de la guerra "salieron como leones a cazar a los pobres". "Uno cogía un palo, el otro una estaca, una pistola o la escopeta, los que pudieron pasar a Francia tuvieron suerte, al resto los cogieron tarde o temprano", indica Andresa. La mayoría huyó. Para los que quedaron, muerte o cárcel. Algunos fueron llevados a Zaragoza, otros al Fuerte San Cristóbal.
Fue a finales del siglo XIX y principios del XX, al amparo de unas Ordenanzas Municipales, cuando se roturan grandes extensiones de comunal por los particulares. En 1913 un 8% de los vecinos cultiva un 40% del patrimonio comunal. Esta situación de desigualdad, según recoge la publicación de Altaffaylla Navarra 1936, hace que una parte de las clases más necesitadas opten por la emigración a América, mientras que la otra empieza a plantear "la lucha por el reparto del comunal". En 1924 se consigue que el terreno comunal figure en la hoja del Catastro del Ayuntamiento y en 1925 comienza el deslinde que "constituye un auténtico fracaso debido al ocultamiento y obstruccionismo de los particulares, a la interesada pasividad del Ayuntamiento y a la falta de voluntad política de la Diputación. Con la proclamación de la República y la entrada al gobierno local de una candidatura de izquierdas, la Diputación ordena que se reanuden los trámites del deslinde lo que se lleva a cabo con "notables dificultades". En 1931, "ante la gran necesidad de los jornaleros que no son empleados por los ricos como represalia política, se rotura una parte del terreno comunal y se reparte entre los más pobres". Andresa recuerda que después del reparto de la fincas y del cultivo de éstas, en su mayoría cereal, se produjo antes de la siembra un acto de "provocación" (disparos con una escopeta) por parte de los "ricos" que acabó en un enfrentamiento y la "lamentable" muerte de uno de ellos (los poseedores). "Desde entonces hubieran matado al pueblo entero", recuerda. Los cinco responsables fueron detenidos y encarcelados pero tras la proclamación de la República consiguieron salir en libertad.
En 1933 finaliza el proceso de deslinde de once corralizas, las tierras son parceladas nuevamente y se reparten mediante sorteo entre los vecinos. Tras el acuerdo alcanzado entre el Gobierno Civil y el Ayuntamiento, antiguos y nuevos poseedores se reparten la cosecha de manera que el 40% recáe en los nuevos adjudicatarios y un 60% permanece en manos de los "antiguos poseedores". Sin embargo, este acuerdo no fue respetado por los antiguos dueños provocando nuevos disturbios.
La derecha acude con éxito a la vía judicial para recuperar sus posesiones y en octubre de 1934 se inicia una campaña represiva contra las organizaciones obreras que culminan con el cierre de la Casa del Pueblo y la disolución del Ayuntamiento. Caseda acogía por aquellos años a numerosos trabajadores forasteros llegados al pueblo para trabajar en las obras del Canal de las Bardenas, y se crea en el pueblo la CNT, en la que ingresan algunos vecinos, y que mantiene buenas relaciones con la UGT. En enero de 1936 retorna la izquierda al gobierno municipal y la UGT inicia nuevas gestiones para exigir la entrega de la tierra y el rescate de los comunales. En abril de 1936 se inicia una dura huelga de los trabajadores del Canal y el 1 de mayo se celebra una manifestación conjunta de UGT y CNT. Con el estallido de la guerra "salieron como leones a cazar a los pobres". "Uno cogía un palo, el otro una estaca, una pistola o la escopeta, los que pudieron pasar a Francia tuvieron suerte, al resto los cogieron tarde o temprano", indica Andresa. La mayoría huyó. Para los que quedaron, muerte o cárcel. Algunos fueron llevados a Zaragoza, otros al Fuerte San Cristóbal.
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